
En el ecosistema de las redes sociales, donde un mensaje puede alcanzar millones de pantallas en cuestión de segundos, la velocidad de circulación suele ganarle a la veracidad. Pero cuando se trata de salud, ese click tiene consecuencias.
Desde suplementos sin aval científico hasta campañas encubiertas que fomentan hábitos de riesgo, Aldana Farinelli, Directora Ejecutiva de la Fundación Iberoamericana de Salud Pública (FISP), señala que la falta de regulación y el interés comercial están generando un terreno fértil para la desinformación.
La última semana fuimos testigos de un hecho elocuente: varios influencers debieron grabar un spot sobre ludopatía a modo de castigo, luego de haber sido sancionados por promocionar apuestas online ilegales en sus redes sociales. “No es la primera vez que esto ocurre. Y, lamentablemente, no será la última si no se establece un compromiso claro y ético en materia de comunicación”, advirtió.
Los contenidos relacionados con salud no pueden tratarse con liviandad. Desde publicidades de «tés milagrosos» que prometen bajar de peso, hasta posteos donde se alienta la exposición solar sin protección en nombre del «bienestar natural», los mensajes erróneos están a la orden del día. Lo más alarmante es que muchas de estas campañas cuentan con respaldo de agencias de publicidad o marcas que eligen el alcance por encima de la responsabilidad.
Esto no sólo pone en riesgo la salud pública. También erosiona la credibilidad: de los influencers, de las marcas, de las agencias ¿Qué laboratorio o institución de salud confiará en una agencia que ayer promocionaba apuestas o desinformación sobre el cáncer de piel, y hoy quiere posicionar una campaña de concientización?
La respuesta está en el respaldo profesional. En trabajar con médicos, científicos y expertos en salud pública. En validar la información. En asumir que el marketing no puede desligarse de la ética, especialmente cuando está en juego el bienestar de las personas.
Farinelli indica que en la Fundación Iberoamericana de Salud Pública promueven una comunicación responsable, basada en evidencia, y que contribuya al bien común. “No se trata de censurar, sino de elevar los estándares. Porque comunicar salud no es sólo hablar del cuerpo: es también cuidar la confianza”, remarcó.
Esta coyuntura puede ser una oportunidad para reflexionar y un llamado a revisar prácticas. Y, sobre todo, para recordar que cuando hablamos de salud, no todo vale.